Parece que la crisis sanitaria de la Covid–19 va llegando poco a poco a su fin. Estos días salen noticias que afirman que a mediados de este mes dejará de ser obligatoria la mascarilla en interiores, ya no hay que confinarse aunque el resultado de la prueba PCR sea positivo, la exigencia del “pasaporte covid” ha quedado reducida a espacios residuales (si bien su exigencia en cualquier caso sigue siendo una vulneración absoluta de los derechos y libertades de las personas), las noticias sobre la Covid-19 ya no abren ningún telediario…
Sin embargo, en la cárcel de Pamplona, las vidas y los derechos de las personas presas siguen estando cercenados por las restricciones y privaciones que se impusieron como medidas para frenar la Covid-19. Y es que, a día de hoy, las personas que ingresan en la cárcel de Pamplona para cumplir su condena o aquellas que regresan de un permiso de salida penitenciario se siguen viendo obligadas a realizar “cuarentenas”. Cuarentenas, ese eufemismo con el que se trata de esconder que lo que se hace es aplicar el régimen de aislamiento penitenciario como medida sanitaria. Una medida, el aislamiento, que la legislación penitenciaria reduce a situaciones excepcionales por la grave injerencia que supone en la vida de las personas. Porque el aislamiento supone estar hasta 24 horas diarias sola, sin ningún contacto con ninguna persona, encerrada entre las 4 paredes de una celda.
Actualmente también, para el acceso al interior de la cárcel de Pamplona de todas las personas ajenas a la institución, se sigue exigiendo el pasaporte covid. Esto supone una limitación al acceso del personal de las entidades sociales que realizamos actividades fundamentales en prisión y por ende, un perjuicio a las personas presas que ven limitados los recursos y actividades a los que pueden acceder.
Otra de las medidas que se mantienen, de manera incomprensible, es la imposibilidad de realizar visitas vis a vis. Las comunicaciones vis a vis son la única forma en las que las personas presas y sus familiares y/o personas allegadas pueden tener contacto directo entre ellas: tocarse, sentirse, abrazarse… Son la única forma en la que, de alguna manera, pueden sentir que siguen conectadas a su vida en libertad: hijas/os, madres, padres, hermanas/os, parejas, amistades… Además, suspender los vis a vis supone una reducción en el tiempo total de contacto con el exterior que se reduce a los tiempos destinados a las comunicaciones telefónicas y por cristal.
Llevamos así casi dos años. Recapitulamos: Sigue leyendo