SUICIDIO EN LA CARCEL DE PAMPLONA

CARTA PUBLICADA EN JULIO 2008 POR SUICIDIO EN PRISION DE PAMPLONA………….
Hace ya un par de semanas, un chico de apenas 22 años se suicidó en prisión. Llevaba dentro unos meses y a ella entró directamente desde el hospital, donde había sido ingresado tras un intento de suicidio. Hasta poco antes de que sus propios compañeros tuvieran que descolgarlo de la celda, el carcelero que abrió las puertas no debió fijarse que dentro había un cuerpo inerte colgado de una tubería, había estado en lo que se llama “protocolo de prevención de suicidios”, que no significa otra cosa más que la dirección del centro penitenciario le encargue a otro compañero preso, con el que duerme en la misma celda, que vigile a esa persona. La semana pasada, casualidad o no, otro chaval intentó quitarse la vida. Y es que en la cárcel, y esto se sabe, el suicidio es contagioso.

El estrés emocional al que se ven sometidas las personas privadas de libertad es muy amenudo comparado con el que causa la pérdida de un ser querido (ansiedad, depresión…) Si después de años de historia carcelaria podemos sacar una clara conclusión, esa es que la cárcel no resocializa, deprime.

30 años hace ya de la promulgación de la Constitución de 1978 la cual afirma en su artículo 25 que las penas estarán orientadas a la reeducación y reinserción social, pero todavía y sin embargo, no se nos ha aclarado muy bien el significado del término “resocializar” ¿Volver a socializar a alguien? ¿volver a educarlo? ¿Enseñarle cómo son las normas del juego de la sociedad que le margina? Precisamente el considerado “fin último de las penas privativas de libertad” se torna cuando menos interesante, rodeado de doctrina y jurisprudencia que lo han vaciado de contenido en favor de la potestad punitiva del estado. La cárcel es un elemento de castigo y marginación que juega con lo más preciado que como humanos tenemos, el tiempo limitado de nuestra existencia.

Por otro lado, al pensar que como sociedad y a nivel global, dejamos que ¾ de la población pasen las más burdas miserias para poder seguir preocupándonos del coche que más nos gusta y de la teleserie de moda, mientras las fronteras del Estado Social y Democrático de Derecho son cada vez más altas, y al otro lado mueren, a penas sin ser vistas, cada vez más personas. Como sociedad occidental, dejamos que la desidia de las instituciones se coma a otros en el llamado cuarto mundo, barrios marginados ocultos en periferias, chavolismo y sintechos, mientras los derechos sociales nos son arrebatados desde la Europa del IV Reich entre rebajas y eurocopas. Esto es ser un ciudadano capaz de ser libre, ser aquél que nada dice.

Así, los que parece que no tenemos problemas de sociabilidad, hemos creado un sistema judicial ciego, cuando no indiferente, a la realidad social, a la realidad humana de quien se sienta en el banquillo de los acusados. Que el 98% de la gente que se suicida lo hace como consecuencia de padecer un trastorno depresivo, es un dato que no sorprende ni a los más ilustres magistrados, pero como sociedad, haciendo un ejercicio de soberbia intachable, no reflexionamos.

Hemos aceptado, mirando a otro lado, un sistema penitenciario incapaz, básicamente por falta de medios materiales, e impasible, básicamente por falta de medios humanos cuando no de humanidad, que sigue sin cumplir su propia regulación en materia de tratamiento individual de los internos. Una persona que entra tras un intento de suicidio a la cárcel está claro que no puede ser tratado como otra persona que no viene de esa situación. Las leyes siguen cumpliéndose a la carta, en estos casos con la complicidad pasiva de cada órgano, de cada institución, de cada miembro del engranaje de la rueda carcelaria. La cárcel, no se nos puede olvidar, es una institución absoluta y por ello garante y responsable de todo lo que ocurre al otro lado del muro. Es por definición el Estado Absoluto que convierte cualquier necesidad de las personas presas en un problema burocrático. Instituciones Penitenciarias, y por ende el Ministerio del Interior, se permite año tras año, muerte tras muerte, seguir aferrada a protocolos y procedimientos que no funcionan, no integran, no ayudan, no sirven ni para resarcir daños, ni para prevenir situaciones, ni para mejorar condiciones sociales ni realidades personales. Médicos, profesores, arquitectos, periodistas, conductores… responden ante la sociedad y las leyes de sus incapacidades, de sus imprudencias, de sus negligencias y errores cuando éstos tienen consecuencias fatales. La cárcel como administración pública absoluta, no necesita dar explicaciones.

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Una respuesta a SUICIDIO EN LA CARCEL DE PAMPLONA

  1. Pili Múgica Urrutia dijo:

    Genial, clarificador, contundente, argumentado.» dime como son tus prisiones y te diré de que país presumes».Comparto totalmente el artículo.

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